Ladrón sin causa

“Las cosas buenas que dicen de mí no son tantas, y las malas no son tan pocas. Experto en inseguridad”. Con ese encabezado ambiguo se presenta en su cuenta de Twitter Luis Mario Vitette Sellanes, el cabecilla del ‘Robo del siglo’ en Argentina; aquel que fue mediatizado como una revancha hacia la clase pudiente que había salido indemne de la Crisis de 2001. Tras siete años en prisión, Vitette disfruta ahora de la libertad en su país de origen, Uruguay.

El 13 de enero de 2006, Vitette y cuatro compinches -Alberto ‘Beto’ de la Torre, Fernando Araujo, Sebastián García Bolster y Julián Zalloecheverría- asaltaron la sucursal del Banco Río en Acassuso, un barrio adinerado que se sitúa en la zona norte del conurbano bonaerense. Aquel episodio estuvo aderezado con el sabor de una peli de Hollywood: rehenes, negociación con la policía, retransmisión en directo por televisión, un ingente botín de nueve millones de dólares -casi veinte según la versión extraoficial- y huída con nota poética:

«Sin armas ni rencores
en barrio de ricachones
no es más que dinero señores
sólo se llora por amores».

Para cuando los cuerpos especiales de la Policía lograron entrar en el edificio, los ladrones ya habían escapado por las alcantarillas rumbo al Río de la Plata. Permanecieron en paradero desconocido durante varias semanas hasta que Alicia di Tullio -hermana de la afamada madame Pepita la Pistolera– delató al ‘Beto’, su marido, despechada porque éste había preferido compartir el botín con una mujer más joven que ella.

Vitette, que en el momento de su detención disfrutaba de la playa y los cocktails con palmerita en Punta del Este -el destino veraniego preferido de la clase acomodada porteña-, fue condenado a 21 años y 6 meses de prisión. Amparado en la Ley de Migraciones argentina que permite expulsar a los extranjeros una vez que han cumplido una parte de la condena, el 30 de agosto de 2013 Vitette fue liberado y regresó a su shangri-la particular, ese del que había sido apartado: “En medio de la nada mismo. Qué paz” indica en su cuenta de Facebook un álbum con fotografías en la costa atlántica de Uruguay. En ellas se ve a un hombre sereno, con el cuerpo todavía rígido, gafas de sol y el pelo hacia atrás, unas veces con el mar de fondo, otras acompañado de familia y amigos.

Los posts en redes sociales con elogios al ídolo son un chorreo de incorrección política y lingüística: “jajajaj el mejor chanta de todos” o “yo te felicito te admiro sos un señor ladron no hace falta ser politico y tener poder para ser chorro!!! mis mayores deseos de que sigas disfrutando de tu vida hermosa y de la plataaaa jajajajaja……” o “marito sos un jenio sos la envidia de muchas personas jajaja segui.asi y como dijo maradona q la chupen y la sigan chupando no le despelota a los jiles segui disfrutando de tdo”. No por nada Vitette tiene más de 3.500 seguidores en Facebook y casi 15.000 en Twitter. Adorado como un capo mafioso, incluso tiene quién le cante: Los trovadores de Venus, un conjunto musical que relata las azañas del héroe como si fuera un espurio James Dean para Rebelde sin Causa.

Entre bipolar  y teatral, el afamado ladrón uruguayo admite tener dos personalidades: la de Luis Mario, el tipo que nació el 4 de agosto de 1955 en una familia acomodada de San José de Mayo, que estudió en la Universidad y se sentía obligado por la corriente familiar a llevar una vida ‘de bien’. Pero luego está ‘Marito’, el caradura, el encantador de serpientes, el bala que le pegaba a los excesos y que ya fue condenado en 1976 por un asalto con homicidio. Con ironía narcisista, él mismo asume sus pecados aunque se declara ladrón de pura cepa: «A mí me gusta. Encontré mi destino en el camino que siempre quise evitar… es mi profesión, entre comillas; soy un profesional, vivo de esto. Yo voy a ser ladrón por siempre, pero seguramente no robe más. No tengo problemas económicos, no robo por tener, yo robo por ser. Entonces, no me voy a arrepentir de ser», confesó ante la televisión uruguaya.

Aunque ladrón por esencia, Luis Mario asume que no quiere volver a robar. Por ello el 1 de febrero inauguró una joyería en San José: «mi yerno -quien siguió los pasos del suegro– es joyero y yo soy relojero. Resolvimos darle un cambio a nuestras vidas para que vean que también somos capaces de llevar adelante un emprendimiento empresarial, para lo cual hemos invertido nuestros ahorros”. Y asume que sí, que parte de esos ahorros quizá sean robados: “Puede ser, sí. ¿Pero por qué no me lo sacan, por qué no me abren una causa por enriquecimiento ilícito?”. A sus vecinos no parece importarles demasiado el pasado de Luis Mario y se van por el lado pragmático: “MUCHA SUERTE EN EL NUEVO EMPRENDIMIENTO!!!!! ES LO QUE NECESITABA EL DEPARTAMENTO NO PUEDE SER QUE PARA ARREGLAR UN ANILLO UN MES COMO POCO….”. Él, todavía peleón contra quienes le desean lo peor, sigue lanzando versos:

«En esta orilla perfumado de nostalgia
hoy mis pulmones respiran Libertad
sobre un BANCO RÍO de la plata
veo mi sueño convertido en realidad».

El perfil de Vitette encaja en la viveza ríoplatense que define las relaciones de poder argentinas, donde el rápido se considera un ganador frente al honrado, que es tratado como un bobo, un pelotudo. Pero él no fue un chorro común sino un tipo inteligente, orgulloso, que habla con franqueza; su capacidad de sorpresa y esa aparente -sí, aparente- decisión por no jugar a las apariencias enganchan a la gente: “Saben por qué soy lo que soy? Porque lo quiero ser!!! Vos ni soplas ni chupas, la lluvia te moja y el viento te seca” decía en uno de sus últimos tweets. Como el luchador que encarna Mickey Rourke en The Wrestler, que no puede vivir sin sus espectadores, ‘Marito’ es un pícaro encumbrado por su público, que le asigna ese perfil de rebelde admirable porque supo cómo pensar con la lógica del sistema corrupto que ocupa la esfera política, empresarial y mediática para dejarlo en ridículo; y sacar provecho.

A comienzos de septiembre de 2013, por los mismos días en que Vitette fue liberado, en España fue capturada la Banda del Rayo, que durante tres años había accedido a varias sucursales bancarias de Madrid a través del sistema de alcantarillado. En cada asalto los ladrones se dejaban ver con la camiseta del Rayo Vallecano, el equipo de fútbol de Vallecas, un barrio humilde marcado por la lucha obrera. El líder de la banda, Carlos Iglesias, reconoció haber aprendido el oficio de su padre, también ladrón, y se autodenominó el ‘Robin Hood de Vallecas’ en el momento de su captura, como si esa reputación pudiera beneficiarle en el juicio social. No hubo episodios de simpatía pública, quizá porque ningún necesitado recibió nunca ayuda alguna de los asaltantes -para eso ya estaba Sánchez Gordillo-; o porque lo suyo no era espectacular ni fue mediatizado, o porque pareció evidente que esa banda no robaba por necesidad.

‘Marito’ y Carlos de la Banda del Rayo son similares: roban porque sí, porque les gusta, porque lo mamaron, porque sienten la vocación del robo. Pero el uruguayo, auténtico superviviente, supo construirse un personaje que empatizara con los deseos de la gente mientras el madrileño sólo quiso pasarse de listo.

Acerca de miguelamen

Gashego no gallego.

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